Yo,
soy viento
Relatos
Después
de las compras
Eran
las diez y media de la noche cuando llegamos a la discoteca. Esta
vez, Clara se había asegurado que las tuercas las traíamos
apretadas de casa.
-¿Dos
entradas, señoritas?
Me
encantaba escuchar aquella palabra.
-Sí,
por favor.
Nada
más entrar nos dimos cuenta de que este local sí era apto para
nosotras. Nos dirigimos a la barra y pedimos dos Gin-Tonic. Sin
embargo, había algo que fallaba... ¿Dónde estaba la gente?
-Clara,
este sitio está muy bien, pero aquí no hay ni Dios.
-Es
verdad; esperemos que se vaya animando a lo largo de la noche. La
gente seguro que sale más tarde.
-¿Qué
hora es?
-Son...
las 22:30.
En
seguida nos dimos cuenta que éramos las primeras en abrir la noche.
La segunda noche que salíamos de copas y allí estábamos como dos
pavas a medio pelar, sentadas en la barra del bar con nuestras copas,
unos cacahuetes salados y las bolsas de las pollas sintéticas
colgando por debajo de la barra. ¿Cómo iba a ver nadie a esas horas?
-Lucía,
creo que hemos venido demasiado pronto.
-Sí,
es que no damos una.
Poco
a poco la discoteca se fue llenando de gente. No tardamos en
descubrir los códigos.
Cogimos
nuestras copas y nos sentamos en unos taburetes que había alrededor
de la pista de baile. La música me pierde, no puedo estar quieta
cuando la oigo, era mi fiel aliada desde que me había divorciado.
Di
un sorbo a mi copa y me lance a la pista de baile.
-¡Hola,
bailas muy bien!
-¡Gracias!
-¿Vienes
mucho por aquí?
-¡Es
la primera vez!
-¿Cómo
te llamas?
-¡Qué
dices!
-¡Qué
cómo te llamas!!!
-¡Lucía!
¿Y tú?
-¡Fernando!
-¿Te
apetece salir a fumar un cigarro Lucía?
-¡Sí!
-Clara,
voy a salir fuera a fumarme un cigarro.
-¿Quién
es ese con el que estabas hablando que no te quita los ojos de
encima?
-Pues
uno que me ha preguntado cómo me llamo, ¡ag!
-¡Qué
morro tienes!, ¡ya has ligado!
-No,
pero el tío está que te mueres; voy a charlar un rato con él
fuera.
-¡Lucía,
si te vas con él me das un toque!
-Clara...
solo voy a fumar un cigarro a la puerta.
¡Guau!
La primera noche que salgo a bailar y un hombre se había fijado en
mí. Calculé que tendría mi edad más o menos; vestía una camisa
rosa pálida, pantalón vaquero y una chaqueta azul marino que desató
mis hormonas. Estuvimos hablando el tiempo justo que da consumir un
cigarrillo.
-Me
gusta cómo te mueves cuando bailas, ¿vas a clases de baile?
-No,
simplemente me dejo llevar por la música.
-¿Has
venido sola?
-No.
Nunca salgo sola a bailar; estoy con una amiga. Y tú, ¿vienes mucho
por aquí?
-Sí,
casi todos los fines de semana; ven pasemos dentro que aquí hace
fresco.
Me
tocó la cintura y me sacó a bailar, abrazados. Segundo envite a mis
hormonas.
¡Socorro!.
No sabía bailar así, agarrados uno del otro; lo más que había
sostenido en mis manos cuando baila en casa sola era el palo de la
fregona. ¡Pisotón al canto!
-¡Lo
siento! No sé bailar agarrado.
-¡No
te preocupes encanto, tú déjate llevar por mí!
-¡Perdona,
te volví a pisar!
Cuando
la música cambio de tercio, sentí un gran respiro; aproveché para
dar un trago a mi Gin-Tonic y hablar con Clara, en el aseo, por
supuesto.
-¿Qué
te ha dicho?
-¡Uff!,
hemos hablado poco, pero cómo me pone su chaqueta
-¿Cómo?
-Cuando
me ha sacado a bailar y me ha cogido por la cintura, yo he puesto las
manos sobre su chaqueta, me ha dado de todo.
-¡Explícate
mejor, guapa, no te entiendo!
-¡Pues
que el tacto de su chaqueta en mis manos me excita!, ¿te has
enterado ya? Y la fuerza con la que me agarraba de la cintura... uhm.
-¿Te
vas a ir con él esta noche?
-Clara,
no me voy a ir con nadie; hemos salido juntas a bailar y juntas
volveremos a casa. El Chaquetas será mío la próxima vez.
Emilia Díaz Banda
Fotgrafía .
Pilar Escamilla Fresco
No hay comentarios:
Publicar un comentario