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jueves, 11 de mayo de 2017

Fotografía Pilar Escamilla Fresco

Yo, soy viento
Relatos

Hoy nos vamos de compras

Clara lleva varios días insistiendo que baje a Madrid. Esta vez no tengo excusas.
-¿Clara...?
-¡Hola, Ojitos!
-He decidido que al final voy a verte.
-¡Bien! ¿A qué hora vendrás?
-No creo que llegue antes de las seis. He quedado con Juan para que eche un vistazo al coche, así que iré en autobús.
-De acuerdo. Cuando cojas el autobús me das un toque.
-Lo haré y ve pensado dónde podemos ir.
-Ya lo tengo pensado; iremos de compras y luego a tomar unas copas o a bailar.
-Clara, yo ando muy justa y no quiero gastar demasiado.
-No te preocupes, Ojitos, yo te invito.
-Bueno, yo pago la primera ronda; me siento más cómoda así.
-Vale, Lucía.
-Chao.
....
-Hola Cariño
-Hola, Mamá.
-¿Por qué me miras así Juan?
-Porque te veo muy guapa.
-Gracias, hijo. Hoy salgo con Clara y nos tomaremos algo por Madrid.
-Me parece genial; eso es lo que tienes hacer, salir y divertirte.
-Toma las llaves del coche; ve si a ti se te va hacia un lado.
-No te preocupes, mamá. ¡Venga!, márchate, que vas a perder el autobús.
-Sí, ya me voy.
-Mamá, desconecta de todo. Te quiero.
-¡Yo también, Juan!
Cada vez que viajo en autobús suelo coger asiento de ventanilla. Me encanta ver el paisaje, mirar los campos, el cielo... y perder mi imaginación escuchando Fields of Gold.
-¿Por dónde vas, Ojitos?
-Estoy saliendo del metro.
-¡Te veo, te veo!
La Puerta del Sol rebosa vida...reconozco que me cuesta mucho bajar a Madrid, pero cuando lo hacía, me sentía feliz. Mirar a la gente en el metro, unos con sus cascos escuchando música, otros compartiendo risas y otros recuperando el sueño. Escuchar a los músicos en la calle...
Recuerdo una ocasión en que bajé con mi hija a Madrid, cuando ella era pequeñita. Nunca se me olvidará. Íbamos por el pasillo del metro y había un músico tocando el acordeón; nos paramos ante él y le eché una moneda sobre un trapo que tenía en el suelo. El músico nos regaló su mejor sonrisa. Al seguir caminando, mi hija me dijo:
-¿Mamá, por qué le has dado dinero?
-Cariño, porque se está ganando la vida con su música; son gente que no tienen trabajo y algunos ni casas; hay que ayudar a los pobres.
-Pero, mamá, ¡ese hombre era rico!
-No, hija. ¿Cómo va a ser rico? ¿No te has fijado en sus manos desgastadas, en sus ropas y su calzado roto?
-No, mamá. ¡Pero sí, es rico! Tiene un diente de oro.
-¿Cómo dices?
-Sí. Cuando se ha reído, le he visto un diente de oro. ¡Y nosotras no tenemos ninguno!
-¡Ay, cariño! Eso no significa que sea rico; tal vez, en algún momento de su vida, le pusieron un diente de oro. Hace muchos años, algunas personas, cuando se les caían los dientes, les ponían uno con la funda de oro; era la moda.
Clara me hacía señas con la mano.
-¡Estoy aquí!
-¡No te veía con tanta gente! ¡Estás guapísima!
-Y tú, radiante.
-Hoy nos vamos de compras y luego...
-¿Luego qué?
-Luego nos vamos a bailar. Me han dicho de un sitio que está muy bien.
-¿Supongo que no venderán tornillos ni habrá yogurines?
-Confía en mí, Lucía. Primero a comprar.
-¿Qué quieres comprar?
-Ya te lo diré cuando estemos en la tienda. Por cierto quiero enseñarte una foto de un amigo haber qué te parece.
-¿Ya has vuelto a ligar?
-¡Sí! Mira.
-¿Qué es esto Clara?
-Pues la foto del tío con el que hable esta mañana, ¿Qué te parece?
-¡Ah! ¡Pero si parece un muerto de cuerpo presente!
-No te rías, Lucía; no empieces.
-¿Cómo no me voy a reír? ¿Tú eres consciente del contenido erótico de la foto?
-¿Qué contenido erótico? ¡No se le ve la cara ni tampoco la polla!
-Ya veo, ya. Tan solo asoman unas piernas llenas de pelos y el fondo. Clara, ¿has visto el fondo de la foto?
-¿Qué le pasa al fondo de la foto?
-Es una armario de formica del año la Tana.
-¡Es verdad, no me había dado cuenta, ja, ja!
-Dile que la próxima foto que te mande, le ponga un trapo al armario y que se depile las piernas.
-Mira que eres boba.
Entre risas y comentarios sobre el Piernas, llegamos al objetivo de Clara.
-Bueno pues ya estamos aquí; esta es la tienda.
Mis ojos se abrieron como platos.
-¡Esto es un Sex Shop, Clara!
-¡Sí!
-¿Y qué quieres comprar aquí?
-Tú regalo, Ojitos.
-¿Mi regalo? Te recuerdo que no es mi cumpleaños.
-Ya lo sé, tonta. Yo quiero hacerte un regalo especial y no tiene por qué ser tu cumpleaños.
-Clara, hay veces que te temo más que a un nublao.
-¡Anda!, no seas imbécil; vamos dentro. ¡Vamos que no tenemos toda la noche, guapa!
La tienda era inmensa. Había vitrinas por todos los lados, dividida por secciones, juguetes eróticos, lencería para perderse entre fantasías sexuales. Por lo visto, muy bien surtido.
-Buenas tardes, señoritas. ¿Les puedo ayudar en algo?
Mi mente me traicionó.
-¡No sabes tú bien a lo que me podías ayudar!
Pero mi boca se mantuvo cerrada... ¡Felizmente!
-Pues sí, queríamos saber la diferencia entre estos consoladores y los de allí arriba.
-Les explico. Miren, estos son más caros por el material con el que están hechos, más suaves, y tienen varias posiciones de movimientos e intensidad de vibración. Estos otros que son más baratos, solo tienen dos intensidades de vibración, pero el material también es bueno. Nosotros solo vendemos calidad.
Clara era la voz cantante; yo con la cara a cuadros, escuchando con la soltura y naturalidad con la que el dependiente nos explicaba cómo utilizar el dichoso juguetito dentro de nuestras vaginas.
-Muchas gracias por su información. Vamos a seguir viendo cosas.
-Como quieran. Si tienen alguna duda más, estoy a su disposición.
Lo que tardó el dependiente en darse la vuelta, tardé yo en secarme el sudor de la frente.
-¿Qué te pasa? -me preguntó Clara, mientras sostenía las dos pollas sintéticas de colores en sus manos.
-No me pasa nada; es que no estoy acostumbrada a que un hombre me asesore sobre la intensidad de vibraciones para mi coño.
Clara rompió a reír.
-Bueno, decide, ¿cuál te gusta, el azul o el fucsia?
Me decidí por el fucsia; al fin y al cabo, si lo utilizaba en la oscuridad de la noche y debajo de mis sabanas, podría distinguirlo mejor.
-Ni se te ocurra sacar la cartera, Lucía, ya te dije que era un regalo.
-Clara, es muy caro.
-Me da igual, Venga vamos a bailar.
-Eres tremenda, Clarita.
-No, soy mujer como tú, so gansa.
-¿Te imaginas que te escriba el Piernas, mientras estás con tu juguete azul?
-¡No jodas!
-Y tú: uhm... sí.... sigue... ¡oh!, ¡cómo me ponen tus piernas, amor! Deseo sentir tu armario en mi espalda... ¡ohhh!, ¡el tacto de la formica!

-¡Calla, por Dios, no empieces!

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