Fotografía Pilar Escamilla Fresco
Yo, soy viento
Relatos
Hoy nos vamos de compras
Clara
lleva varios días insistiendo que baje a Madrid. Esta vez no tengo
excusas.
-¿Clara...?
-¡Hola,
Ojitos!
-He
decidido que al final voy a verte.
-¡Bien!
¿A qué hora vendrás?
-No
creo que llegue antes de las seis. He quedado con Juan para que eche
un vistazo al coche, así que iré en autobús.
-De
acuerdo. Cuando cojas el autobús me das un toque.
-Lo
haré y ve pensado dónde podemos ir.
-Ya
lo tengo pensado; iremos de compras y luego a tomar unas copas o a
bailar.
-Clara,
yo ando muy justa y no quiero gastar demasiado.
-No
te preocupes, Ojitos, yo te invito.
-Bueno,
yo pago la primera ronda; me siento más cómoda así.
-Vale,
Lucía.
-Chao.
....
-Hola
Cariño
-Hola,
Mamá.
-¿Por
qué me miras así Juan?
-Porque
te veo muy guapa.
-Gracias,
hijo. Hoy salgo con Clara y nos tomaremos algo por Madrid.
-Me
parece genial; eso es lo que tienes hacer, salir y divertirte.
-Toma
las llaves del coche; ve si a ti se te va hacia un lado.
-No
te preocupes, mamá. ¡Venga!, márchate, que vas a perder el
autobús.
-Sí,
ya me voy.
-Mamá,
desconecta de todo. Te quiero.
-¡Yo
también, Juan!
Cada
vez que viajo en autobús suelo coger asiento de ventanilla. Me
encanta ver el paisaje, mirar los campos, el cielo... y perder mi
imaginación escuchando Fields
of Gold.
-¿Por
dónde vas, Ojitos?
-Estoy
saliendo del metro.
-¡Te
veo, te veo!
La
Puerta del Sol rebosa vida...reconozco que me cuesta mucho bajar a
Madrid, pero cuando lo hacía, me sentía feliz. Mirar a la gente en
el metro, unos con sus cascos escuchando música, otros compartiendo
risas y otros recuperando el sueño. Escuchar a los músicos en la
calle...
Recuerdo
una ocasión en que bajé con mi hija a Madrid, cuando ella era
pequeñita. Nunca se me olvidará. Íbamos por el pasillo del metro y
había un músico tocando el acordeón; nos paramos ante él y le
eché una moneda sobre un trapo que tenía en el suelo. El músico
nos regaló su mejor sonrisa. Al seguir caminando, mi hija me dijo:
-¿Mamá,
por qué le has dado dinero?
-Cariño,
porque se está ganando la vida con su música; son gente que no
tienen trabajo y algunos ni casas; hay que ayudar a los pobres.
-Pero,
mamá, ¡ese hombre era rico!
-No,
hija. ¿Cómo va a ser rico? ¿No te has fijado en sus manos
desgastadas, en sus ropas y su calzado roto?
-No,
mamá. ¡Pero sí, es rico! Tiene un diente de oro.
-¿Cómo
dices?
-Sí.
Cuando se ha reído, le he visto un diente de oro. ¡Y nosotras no
tenemos ninguno!
-¡Ay,
cariño! Eso no significa que sea rico; tal vez, en algún momento de
su vida, le pusieron un diente de oro. Hace muchos años, algunas
personas, cuando se les caían los dientes, les ponían uno con la
funda de oro; era la moda.
Clara
me hacía señas con la mano.
-¡Estoy
aquí!
-¡No
te veía con tanta gente! ¡Estás guapísima!
-Y
tú, radiante.
-Hoy
nos vamos de compras y luego...
-¿Luego
qué?
-Luego
nos vamos a bailar. Me han dicho de un sitio que está muy bien.
-¿Supongo
que no venderán tornillos ni habrá yogurines?
-Confía
en mí, Lucía. Primero a comprar.
-¿Qué
quieres comprar?
-Ya
te lo diré cuando estemos en la tienda. Por cierto quiero enseñarte
una foto de un amigo haber qué te parece.
-¿Ya
has vuelto a ligar?
-¡Sí!
Mira.
-¿Qué
es esto Clara?
-Pues
la foto del tío con el que hable esta mañana, ¿Qué te parece?
-¡Ah!
¡Pero si parece un muerto de cuerpo presente!
-No
te rías, Lucía; no empieces.
-¿Cómo
no me voy a reír? ¿Tú eres consciente del contenido erótico de la
foto?
-¿Qué
contenido erótico? ¡No se le ve la cara ni tampoco la polla!
-Ya
veo, ya. Tan solo asoman unas piernas llenas de pelos y el fondo.
Clara, ¿has visto el fondo de la foto?
-¿Qué
le pasa al fondo de la foto?
-Es
una armario de formica del año la Tana.
-¡Es
verdad, no me había dado cuenta, ja, ja!
-Dile
que la próxima foto que te mande, le ponga un trapo al armario y que
se depile las piernas.
-Mira
que eres boba.
Entre
risas y comentarios sobre el Piernas, llegamos al objetivo de Clara.
-Bueno
pues ya estamos aquí; esta es la tienda.
Mis
ojos se abrieron como platos.
-¡Esto
es un Sex Shop, Clara!
-¡Sí!
-¿Y
qué quieres comprar aquí?
-Tú
regalo, Ojitos.
-¿Mi
regalo? Te recuerdo que no es mi cumpleaños.
-Ya
lo sé, tonta. Yo quiero hacerte un regalo especial y no tiene por
qué ser tu cumpleaños.
-Clara,
hay veces que te temo más que a un nublao.
-¡Anda!,
no seas imbécil; vamos dentro. ¡Vamos que no tenemos toda la noche,
guapa!
La
tienda era inmensa. Había vitrinas por todos los lados, dividida por
secciones, juguetes eróticos, lencería para perderse entre
fantasías sexuales. Por lo visto, muy bien surtido.
-Buenas
tardes, señoritas. ¿Les puedo ayudar en algo?
Mi
mente me traicionó.
-¡No
sabes tú bien a lo que me podías ayudar!
Pero
mi boca se mantuvo cerrada... ¡Felizmente!
-Pues
sí, queríamos saber la diferencia entre estos consoladores y los de
allí arriba.
-Les
explico. Miren, estos son más caros por el material con el que están
hechos, más suaves, y tienen varias posiciones de movimientos e
intensidad de vibración. Estos otros que son más baratos, solo
tienen dos intensidades de vibración, pero el material también es
bueno. Nosotros solo vendemos calidad.
Clara
era la voz cantante; yo con la cara a cuadros, escuchando con la
soltura y naturalidad con la que el dependiente nos explicaba cómo
utilizar el dichoso juguetito dentro de nuestras vaginas.
-Muchas
gracias por su información. Vamos a seguir viendo cosas.
-Como
quieran. Si tienen alguna duda más, estoy a su disposición.
Lo
que tardó el dependiente en darse la vuelta, tardé yo en secarme el
sudor de la frente.
-¿Qué
te pasa? -me preguntó Clara, mientras sostenía las dos pollas
sintéticas de colores en sus manos.
-No
me pasa nada; es que no estoy acostumbrada a que un hombre me asesore
sobre la intensidad de vibraciones para mi coño.
Clara
rompió a reír.
-Bueno,
decide, ¿cuál te gusta, el azul o el fucsia?
Me
decidí por el fucsia; al fin y al cabo, si lo utilizaba en la
oscuridad de la noche y debajo de mis sabanas, podría distinguirlo
mejor.
-Ni
se te ocurra sacar la cartera, Lucía, ya te dije que era un regalo.
-Clara,
es muy caro.
-Me
da igual, Venga vamos a bailar.
-Eres
tremenda, Clarita.
-No,
soy mujer como tú, so gansa.
-¿Te
imaginas que te escriba el Piernas, mientras estás con tu juguete
azul?
-¡No
jodas!
-Y
tú: uhm... sí.... sigue... ¡oh!, ¡cómo me ponen tus piernas,
amor! Deseo sentir tu armario en mi espalda... ¡ohhh!, ¡el tacto de
la formica!
-¡Calla,
por Dios, no empieces!
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