Translate

domingo, 21 de mayo de 2017

Yo, soy viento 
Relatos
COMIENZA EL JUEGO... ¡BUM!
Los fines de semana que no salgo se hacen eternos, pero tengo que adaptarme a mi escasa economía.
Hoy no tengo ganas de pintar. Enciendo el portátil y me dejo llevar por  la música de un  «Cadáver exquisito» de Fito Paez...

Entre canción y canción la publicidad hace su trabajo:


¡Entra en Leetic, amplía tu lista de amigos, conoce gente con tus mismos gustos!
La curiosidad me lleva a pinchar en la página y todo un abanico de rostros tanto masculinos como femeninos se despliega ante mí. Parece interesante y decido rellenar el largo y extenso formulario de preguntas, al parecer necesario para crear mi propio perfil. Una vez finalizado todos los requisitos para entrar en Leetic, tan solo me queda un espacio que rellenar: el seudónimo con el que apareceré ante los posibles amigos que quieran ver mi perfil.
Me llamaré Azul.
Acepto las normas de la página y, ¡zas!, doy al enter.
¡Guau! Cuantos guaperas sueltos.
Vaya, parece que esto funciona muy rápido, la luz verde de mi chat comienza a sonar.
—Hola, Azul
Bien…empecemos la conversación.
—Hola, ¿quién eres?
—Soy Pez Volador.
—Pues, hola, Pez Volador.
—Estas muy guapa en la foto de perfil y veo que te gusta la pintura, ¿tal vez por eso te llamas Azul?
—Gracias por tu cumplido. Sí, me dedico a la pintura. Y tú, ¿por qué te llamas Pez volador?  No veo en tu perfil la pecera por ningún sitio.
—Veo que aparte de pintar y ser bonita tienes sentido del humor.
—Bueno, el sentido del humor es una de las cosas que intento conservar.
—Uhm… y veo que también conservas  unas bonitas piernas.
—Gracias. A ti te queda muy graciosa la camisa de cuadros que llevas.
—¡Uff! ¡Y que bien luces con  esos tacones!
¡Maldita sea! Todo el día sin hablar con nadie y ahora tiene que sonar el dichoso teléfono
—Espera un momento, Pez volador; me llaman al teléfono.
—Ok, preciosidad; estaré esperándote.
—¿Lucía?
—Hola, Clara, ¿qué tal?
—Bien; aquí muerta de asco. Odio los domingos por la tarde. ¿Y  tú?, ¿estás pintando?
—No; estoy chateando con un guaperas.
—¿Cómo?
—Pues, que me he  suscrito a una página de esas para conocer a gente y me ha pinchado uno.
—¡Lucía, estás loca! ¿Cómo se te ocurre hacer eso? ¡Podrías estar hablando con un psicópata o vete tú a saber!
—Clara, es una página que parece segura; la anuncian por la televisión y la descubrí cuando estaba escuchando música en Internet.
—¿Y cómo se llama esa página, si se puede saber?
—Se llama Leetic. Rellenas un formulario con tus gustos musicales, aficiones, tu edad y más cosas, y crean un perfil en el que te pueden pinchar hombres de tus mismo gustos.
—Ya… pues, a mí esas páginas no me dan confianza.
—Clara, esta página dispone de una casilla en la que puedes denunciar si alguien se pasa de la raya. Total, ¿qué puedo perder? Si me pincha algún petardo, pues, lo bloqueo y que pase el siguiente.
—Veo que no te convenzo para que no sigas en ella, pero ten mucho cuidado, Lucía
—No te preocupes, Clara. Ya te iré contando; ahora voy a seguir  con mi Pez volador.
—¿Pez volador?
—Sí, es el seudónimo del guaperas con el que estoy hablando.
—Ja, ja, ja. Eso me lo tienes que contar en persona.
—Pues mañana bajo a Madrid a comprar material de pintura. Si quieres comemos juntas y te enseño mi perfil del Leetic.
—¡Genial! Mañana nos vemos. ¡Ala!, te dejo, no vaya a ser que se te queme el pescadito.
— ja, ja, ok. Un besazo, Clara.
Encendí un cigarrillo…y me dispuse de nuevo a hablar con el Pez volador.
—Hola, Pez volador. Ya estoy de nuevo contigo.
—Uhm… ¡Qué bien suena eso, preciosidad!
Reconozco que me estaba empezando a caer un poco  empalagoso el pececito de las narices, pero aún era pronto para juzgarlo. Solté un poco más de sedal  para saber si sabía nadar fuera del agua.
—¿Qué es lo que te suena bien, Pez volador?
—El que estés conmigo de nuevo, sirenita.
— ¿Sirenita…? Ja, ja, ja. Te aviso que yo no tengo cola.
—Ya me he dado cuenta, cariño. Me encantaría tener tus hermosas piernas entre la mía.
—¿No me digas que solo tienes una pierna?
— ¡No! Quise decir entre mis piernas. El maldito teclado se me comió la «s».
—Me encantaría que sintieses mi cola fresca sobre tu cuerpo.
Era el momento de tirar de la caña y apretar el anzuelo…
—¡Uff! ¡Qué pereza meterme ahora en el agua con el frío que hace, querido Pez!
—Uhm… Mis aguas  son muy cálidas. Ven y déjate llevar por mí.
—Me encantaría nadar contigo, Pez volador, pero es que tengo un problema.
—¿Qué problema tienes, mi Sirenita Azul?
—Pues que se me estropeo el tele transportador, corazón… y ya sabes… los técnicos  dan prioridad a la princesa Leia.
—Veo que eres una chica dura, Azul… y eso me excita más aún.
—Oh… ¡Qué delicado eres! ¡Quizás mañana me moje un poco los pies. Hoy tengo que dejarte.
—¿Ya te vas tan pronto y me dejas solo en este mar tan peligroso?
—Sí, me retiro a mi camarote. Que tengas felices sueños, Pececito volador. Y ¡cuidado con las Orcas!
Uff, qué cansino, por Dios. Como todos sean así, me veo haciendo un curso de submarinismo. Creo que por esta noche está bien. Cerré el chat.
Después de comprar el material de pintura para mi próxima exposición, acudí al restaurante donde había quedado  con Clara.
—Veo que hoy me has cogido la delantera, Clara —le susurré al oído, mientras ella daba un sorbo a su copa de vino.
—¡Eh, Lucía, ya estás aquí!
—Sí, ya estamos juntas otra vez.
—¡Explícame eso del Leetic!
—Espera al menos que suelte las cosas y me siente.
—¡Camarero, por favor! ¿Puede traernos otra copa de vino? ¡Vamos, suéltalo ya!  Muero de ganas de ver el rostro de tu Pez volador.
—No seas impaciente, Clara. Además, a ti estas cosas te dan miedo ¿No?
—Lucía, tengo que confesarte algo.
El brillo de los ojos con el que Clara me había dicho que tenía que confesarme algo hizo que derramara parte de la copa de vino sobre la mesa.
—¡Ala!, ¡mira la que has liado!
—No te preocupes, Clarita; esto dicen que da buena suerte.
Ahora era yo la que ardía en deseos de escuchar la confesión de Clara.
—Bueno, ¿vas a soltarme tu confesión o qué?
—¡Sí! Verás… ya sabes que me gusta informarme e indagar cuando algo despierta mi curiosidad.
—¡Clara!, ¡ve al grano y déjate de tanto rollo!
—¿Estás preparada, Lucía?
—¡Por dios, suéltalo ya!
—¡Yo también me he suscrito al Leetic!
—¿Cómo? ¡¿Tú…?! ¿La rancia que anoche me decía que estaba loca, que tuviera cuidado…?
—Pues sí. Después de hablar anoche contigo, me metí para ver… Y ¡Me suscribí! ¡Ah! Mira todos los hombres que me han mandado flechazos.
—Si solo te han pinchado los de la tercera edad.
—No seas imbécil, Lucia. Mira este de última hora.
—¡Oh, qué mono es! ¡Pero si tan solo tiene 30 años!
—Me da igual, Lucía. No me dirás que no está para comérselo.
—Sí. Pero quizás tengas que cantarle una nana para dormirle.
—Ya, y tú ponerte flotador para nadar con tu boquerón. Por cierto enséñame su perfil.
—¡No se llama Boquerón; es Pez volador ¡Mira la foto!
—Este tiene pinta de salidillo.
—¡ Sí! Ayer le mandé a soñar con las orcas.
—Pues, yo le voy a devolver el flechazo al jovenzuelo.
—Ya te veo preparando purés para tu bebecito.
—¡No seas idiota, Lucía! Este ya tiene dientes y puede masticar.
—Pues, ten cuidado que no se te clave un diente de leche cuando le des de mamar.
Sin darnos cuenta, entre pescados y lácteos, habíamos llegado a los postres y a los licores. Clara tenía que volver al trabajo y yo tomar rumbo al más allá.

Fotografía.
Pilar Escamilla Fresco.

1 comentario:

  1. Emi, ¡Muy divertida esta incursión en esas páginas para conocer personas del sexo opuesto. Me he reído un montón con las aventuras con tu Pez Volador.

    Una vez me registré en éstas páginas, y comprobé que hay unos tipos buenorros que hacen de "gancho" para atraer a las féminas. El mío se había caído por las escaleras, tenía facturada la muñeca... etc mil y un excusas para no quedar. Y me dije: nada de virtualidad. Prefiero conocer alguien frente a frente.

    Un abrazo y feliz verano.

    ResponderEliminar