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jueves, 29 de junio de 2017

Yo, soy viento
Relatos
El Chaquetas II


Lucía, hace tiempo que no salimos de marcha. ¿Qué te parece si este viernes nos vamos a mover un poco el esqueleto?
Creo que es buena idea. Estoy harta de tanta tranquilidad bucólica; el único sonido que escucho es el las horrorosas urracas en el balcón, lástima del tirachinas que tuviera, no iba a dejar ni una. ¿Dónde quieres que vayamos a bailar?
Podríamos ir donde estuvimos la última vez. Con un poco de suerte, quizás veas al Chaquetas.
No es mala idea, aunque hace tanto tiempo que no creo que se acuerde de mí.
¿Te imaginas que estuviera?
¡umm! No quiero ni pensarlo.
¿A qué hora quedamos?
Pues  a eso de las nueve; picamos algo de cena para hacer tiempo y sobre las once y media nos vamos, así no seremos las primeras.

Esta vez calculamos bien los tiempos.
Buenas noches, ¿qué van a tomar las señoritas?
Hola, buenas, dos Gin tonic, por favor.
No habíamos dado ni dos sorbos cuando sonó 19 días y 500 noches. ¡A bailar!
Las manos al aire, me doy media vuelta y me topo con el Chaquetas. Clara me guiña un ojo, yo le correspondo con una sonrisa. El Chaquetas me toma por la cintura y acerca sus labios a mi oído...
Hace tiempo que no te veo, Lucía. Hoy estás preciosa
Sí, hace mucho tiempo...
Soy Fernando, ¿te acuerdas de mí?
Mi sinceridad me vuelve a traicionar
Claro que me cuerdo de ti, llevas la misma chaqueta, pero no recordaba tu nombre, ja, ja.
Me gusta cómo eres.
Gracias Fer... Fernando.
Veo que hoy también vienes con tu amiga.
Sí,  ya te dije que nunca salgo sola a bailar.
En un movimiento arrimó mi cuerpo al suyo, me beso en el cuello y la progesterona hizo el resto.
Ven conmigo esta noche, Lucía.
Eh... yo... yo... bueno... Espera un segundo que hablo con mi amiga.
Clara, vamos al aseo, quiero contarte algo.
¡Cuenta, Lucía, cuenta!
He decidido irme esta noche con el Chaquetas. ¿Cómo lo ves?
¿Que cómo lo veo?
Sí, dime.
Lo veo genial, ve con él. Tienes las llaves de mi casa; yo seguiré bailando otro rato.
Clara, no voy a ir a tu casa. El chaquetas me ha invitado a la suya, me dijo que luego me acerca donde yo quiera.
Pues ya estás tardando. Disfruta y cuando llegues me cuentas. No apagues el móvil.
No lo haré, tranquila.
Era evidente que el Chaquetas frecuentaba a menudo el local. Al salir, solo tuvo que mirar al guarda coches y este le acerco las llaves  en un abrir y cerrar de ojos.
Me abrió la puerta. No recuerdo la marca, pero sus asientos eran maravillosamente confortables. Las luces del Paseo de la Castellana corrían veloces a través del cristal.
Primer semáforo en rojo, achuchón al canto. ¡Gran pitada del coche de atrás!
Fer... Fernando... ¡Arranca que está en verde!
Siguiente semáforo en rojo... ¡Ni achuchón, ni leches! Mis manos se dispararon como posesas a su tubo de escape.
El imbécil de atrás vuelve a tocar el claxon.
Terminamos metiendo la cuarta, la quinta, la sexta sobre sabanas de seda... hasta las seis de la mañana, que fue cuando me llevó a casa de Clara.
Gracias por traerme.
¡Lucía! —me gritó cuando cerraba la puerta del coche. —Me gustaría tener tú teléfono, así podremos quedar en otra ocasión.
Sí, claro, toma nota.
¡El Chaquetas me había pedido el teléfono! La adrenalina me dificultaba encontrar las llaves del portal de Clara. ¡Dónde se habían metido las dichosas  llaves!
Por fin, di con ellas en unos de los infinitos recovecos de mi bolso.
Cuando abrí la puerta, vi que había luz en la habitación de Clara.
¿Clara estas despierta?
...
¿Estás bien, Clara...?
Sí... solo tengo el estómago revuelto.
¿A qué hora llegaste a casa?
Hace media hora más o menos.
¡Pero si la discoteca la cierran a las tres de la madrugada! ¿Dónde has estado hasta ahora?
¿Te acuerdas de aquel que se me arrimaba mientras bailaba?
¿Cuál!, ¿el soso aquel que parecía un sopitas?
¡Sí!
¡Pero si era un sin sangre!
Pues me invitó a una copa cuando tú te marchaste con el Chaquetas... y nos empezamos a besar... y esa cosas del querer, ya sabes.
¿Y qué paso después?
Pasó que me trajo a casa y de camino en el coche me suelta otro beso. De repente me empecé a encontrar mal y casi le vomito encima. Tuve que bajar la ventanilla y sacar la cabeza. Le he dejado el cristal hecho una mierda.
¡Ja, ja, ja!
No te rías, boba... que estoy muy malita.
¡Cómo no me voy a reír, Clara! Solo de imaginarme la escena me muero.
¿Y tú?, ¿qué tal con el Chaquetas?
¡Uf!, ¡cayeron cuatro preservativos!
¡ Qué bestia eres! Luego dices que no te duran los hombres. Si es que los revientas a la primera.
Sí... yo no necesito Primperan, ¡aggg!
¡Te odio!

Yo también. Venga vamos a dormir un rato. 





Emilia Díaz Banda.

3 comentarios:

  1. La narrativa de Emilia es sencilla, sin florituras. Es una forma de llegar al gran público, para no estar buscando el significado de cada palabra en la RAE.

    Un gran besazo.

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    Respuestas
    1. Muchas gracias Lola, me gusta utilizar el lenguaje con el que muchos se nosotros nos expresamos día a día.

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    2. Pues si, un abrazo... soy un despiste. Lo iba a comentar de nuevo. Feliz verano.

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